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Pero ahora nuestro apetito se reseca, ya que no hay ante nuestros ojos más que el maná.

El maná era como la semilla del cilantro, y su aspecto era como el de la resina. El pueblo se dispersaba para recogerlo, y lo molían en molinos de piedra o lo trituraban en morteros. Lo cocinaban en ollas y hacían de ello tortas que tenían sabor de tortas cocidas con aceite.

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